Traducción

jueves, 20 de noviembre de 2014

LA TRANSFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD DE LA MUJER-MADRE

El desarrollo del cuidado y atención a un nuevo miembro en la familia conlleva el afianzamiento de una nueva identidad en a mujer, fluctuando en relación al desarrollo emocional que la mujer gestiona dentro y fuera del hogar. En su quehacer diario, la mujer va tomando consciencia de ello.

El vínculo afectivo pasará de ubicarse del plano imaginario al real en la medida en que las experiencias compartidas con su bebé se vayan creando. El vínculo afectivo  es tan preciado para el bebé como el aire que respira; las miradas y caricias tienen significación aunque parezcan mudas. En realidad, son la manera de expresión e interacción en la relación materno filial, punto de encuentro fuera del vientre materno que asienta la construcción del amor maternal.

Es a partir de esta interacción cuando se va configurando el inicio de la identidad, que al bebé le permitirá la percepción de sí mismo y el mundo que le rodea.

La ruptura del vínculo/s estables en esta etapa temprana tendría consecuencias nefastas para la salud psíquica del pequeño (J, Bowlby (1997))

El nacimeinto del bebé conlleva su separación física de la madre, aunque el psiquismo del bebé seguirá fusionado a ella e irá encontrando su cuerpo diferenciado de forma progresiva. Hacia la edad de año y medio, el bebé ya puede simbolizar la presencia y ausencia materna sin la vivencia de su pérdida gracias a la construcción emocional de sentimientos de seguridad y confianza  que su madre le ha transmitido a través de su repertorio comportamental. La conquista de la palabra, y su destreza en la realización de frases genera un nuevo punto de encuentro en la comunicación madre e hijo. Supondrá un nuevo paso de reacomodación en la relación que irá acompañado de nuevas consquistas en el desarrollo evolutivo del bebé hacia la obtención de una mayor autonomía, y el reajuste de la concepción maternal de la mujer hacia la adquisición de conocimientos y destrezas que afiancen su función.

Algunas mujeres sienten una fuerte sensación de pérdida cuando la dependencia inicial del bebe se  pierde. En realidad, es una transformación hacia una nueva etapa de crecimiento.

En la búsqueda de conocimientos que ayudan al desarrollo de la función maternal, la mujer-madre, sin percibirlo muchas veces de manera plena, conecta con vivencias anteriores. Sus vivencias como hija, el modelo de crianza en el que se educó. Por ejemplo, si le costó desvincularse o fue abocada a una autonomía prematura. Si todo ello no ha sido elaborado, sus consecuencias en la relación con los hijos serán algo inevitable.

Frente a estos condicionantes de la historia familiar en el desempeño e identificación de la función maternal, nos encontramos también con patrones sociales sobre la imagen que una madre proyecta para ser y valorarse como tal. Hoy en día, la ubicación de la MUJER-MADRE-CUIDADORA se encuentra  invertido en el sentido que adquiere un mayor protagonismo aquellas mujeres que llevan a a sus hijos a centros educativos para ser atendidos y cuidados de aquellas que se encargan de ello de manera personalizada. Este hecho nos podría servir para planteranos la importancia que depositamos en las tendencias sociales y, como consecuencia, la falta de dedicación y empeño en el desarrollo de acciones que ayudan al bienestar personal.

A modo de síntesis, decir que cuando una mujer se siente bien consigo misma, y no proyecta dolorosas experiencias en sus hijos, es más capaz de proporcionar a sus hijos un lugar diferenciado per se. Al reconocerse y darse un lugar a si misma, reconoce a su hijo como sujeto de sus propios deseos (Gemma Cànovas (2010)).

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Un abrazo